29 mayo 2013

TESTIMONIO DE D. MIGUEL ÁNGEL (Capellán)

D. Miguel Ángel ante la tumba de
M. María Evangelista el día de la
 Apertura de la Causa

PARROQUIA DE “SANTA MARÍA”
CASARRUBIOS DEL MONTE
ARCHIDIÓCESIS DE TOLEDO

            Muy querida Madre Abadesa y Comunidad Cisterciense:
            Nuestro muy estimado Monasterio de la Santa Cruz nos regala ahora, además de sus siglos de presencia como un vergel en los desiertos de la vida, la posibilidad de contar con un nuevo ejemplo de vida cristiana, llevando a extremo las virtudes del alma, llamadas “heroicas”, cuando, al acertado parecer de la Iglesia, pueda juzgarse que su “primera hija y fundadora” sea propuesta como ejemplo digno de imitar en este camino de Amistad con Cristo llamado Santidad. 

            Se me pide un testimonio para la Causa de Beatificación de la Madre María Evangelista, Fundadora de este monasterio. Su cuerpo está aquí, del que además de narrarse ciertos prodigios, es un cimiento espiritual para que esta Casa siga en pie. Es un agua subterránea que hace fértiles las vidas escondidas de sus hijas; y ahora, si la Iglesia así lo considera apropiado, será para su Orden y para todo el mundo cristiano, un claro ejemplo de lo que estamos llamados a ser: Santos. 
 
            Así que su presencia aquí, con la estela de sus enseñanzas, la fertilidad que produjeron sus sufrimientos y la luz de su recuerdo para sus hijas hace que éstas no sientan la soledad, porque el ejemplo de Madre Evangelista las lleva ante el que todo lo llena. 
 
            He aquí la Esposa fiel de Cristo, la Iglesia, que presenta a uno de sus hijos como digna de ser imitada. He aquí M. María Evangelista, la cónyuge del Señor que, en su Consagración Esponsal,  hizo un día de su vida, todo para el Amado.
 
            En los siete años que sirvo este Altar de la Capilla de vuestro Monasterio me he visto enriquecido con la vida de la Comunidad que, diariamente, ofrenda los mejores frutos de sus hijas al Señor: la fidelidad a la Gracia, el cuidado servicio divino en esta Escuela de amor a Dios, como S. Benito define estos claustros cerrados al mundo pero abiertos a los infinitos horizontes de las gracias divinas, y la no sé qué extraña paz para el mundo que éste no sabe estimar. Eso es la Paz, el premio de quien cumple honestamente con su deber. Y éstas cumplen.
 
            Si de algún modo pudiéramos definir con el pobre humano lenguaje lo que es un “santo” diríamos que son las pruebas más certeras de la existencia de Dios, héroes de la fidelidad, sabios aprovechadores de la vida terrenal para el bien y expertos financieros de las ganancias venideras, esto es, las celestiales. Conocedores de sí mismos, más que los médicos pueden conocer los males de sus pacientes, más que los filósofos puedan escrutar los conocimientos internos de la vida. Éstos son los Santos.
 
            Si en la vida cotidiana reconocemos a quines nos agrada simplemente por su perfume, aun con los ojos cerrados, del mismo modo, conocemos a quienes agradan a Dios por la estela de sus obras. ¡ah, los Santos! ¡Qué magníficos ejemplos de haber encontrado el Camino para saber vivir en medio de un mundo que ya no tiene ni caminos!
 
            Como lo espero, así lo pido. Quiera el Señor, nuestro amo, fructifiquen todos los trabajos que las Madres de la Comunidad de Casarrubios del Monte ofrecen  en pro de esta no sólo noble, sino santa causa.
 
            Ella, Madre María Evangelista, será una joya que corone nuevamente a  la Iglesia, y nosotros, conocedores de su obra y beneficiarios de su intercesión, seremos los cuidadores de su llama para que no se apague nunca esta estela de luz.
Casarrubios del Monte, 20 de Agosto de 2012
Solemnidad de nuestro Padre San Bernardo.
Miguel Ángel Díez-Madroñero Moreno

(Párroco-Capellán)

06 mayo 2013

HISTORIA DEL CRISTO DE LA SANGRE


            La historia del Cristo de la sangre tiene singular importancia para esta comunidad y para todo el pueblo de Casarrubios, por la gran devoción que se ha transmitido de generación en generación. La relata Madre Gertrudis del Smo. Sacramento en la RELACIÓN-HISTORIAL de la Fundación del Monasterio de Santa Cruz de Casarrubios del Monte.

            Madre Gertrudis comenzó su noviciado el  28 de mayo de 1636, así es que convivió con M. María Evangelista al menos 12 años, por lo que todo lo que cuenta de este tiempo,  dice que  lo da por visto ella misma y advierte que lo que le han contado lo da por oído.

             Esta relación de historia de la Fundación del Monasterio, la escribió en los últimos años de su vida y explica que le tiembla la mano,   por lo que se ve obligada  a dictarlo  y dos de las hermanas más jóvenes lo escriben.
            A ninguna de ellas  se les ocurrió que debían firmar este escrito tan importante, hasta que en 1739 llegó un sacerdote a Casarrubios[1] y fue él quien les  aconsejó a las dos monjas que lo escribieron y que aún vivían que  firmaran ante Notario de que esa historia fue dictada por Madre Gertrudis y de que ellas mismas  fueron sus amanuenses.

            Entre tantos casos singulares que relata, la historia del Cristo de la Sangre.  Comienza así:

“Otro caso singular le sucedió a nuestra Venerable Madre Mª Evangelista. Fue vinieron a visitarla una señora de las principales de esta villa de Casarrubios con su madre, que se llamaba D.ª Jerónima Coronel, acompañada con otra hermana suya y una cuñada que se llamaba D.ª Mª Téllez de Cepeda. Y esta las acompañó más a la fuerza que de buen grado, porque estaba muy metida en galas y mundo, y le ofendía la clausura y pobreza religiosa. Y su trato era solo de galas y buen parecer, y con muchos pretendientes para casarse con ella, y en grande estimación de todos por sus buenas prendas y ser rica y hermosa.
No había cosa más ajena de ella que las monjas y rogaba a dichas señoras –doña Baltasara Coronel, y a sus hijas, que por lo menos dejaran  la visita para día, por razón de que ella tenía algunas galas que disponer para la festividad de la Purificación de Nuestra Señora, que es muy célebre esta fiesta en el Convento de San Agustín y en Nuestra Señora de Gracia, que se celebraba dentro de dos días. No pudo convencerlas  y  se vio obligada a acompañarlas.  Sin entenderlo ninguna de ellas, era Dios el que las movía por tener ese día destinado para su conversión. Vinieron todas al convento bien ajenas  de lo que sucedió.
Estuvieron largo espacio de la tarde en el locutorio con nuestra Venerable Madre y las demás religiosas. Y confesó después que en todo este tiempo que duró la visita no sintió el menor impulso de ser monja, antes deseaba que se acabase  pronto la visita para volver a su casa.
Y al despedirse en el locutorio, Doña Jerónima Coronel, que sólo le faltaban días para dar a luz,  pidió con devoción a nuestra Madre que le abriese la puerta de clausura para recibir la bendición y besar su santa mano, que con eso iría muy consolada y se prometía buen parto. Aceptó la M. María Evangelista, que además de que siempre era complaciente, se puede presumir que sabía lo que iba a  suceder. Y al mismo tiempo que la joven María Téllez  llegó a besar la mano de nuestra Madre, con  afecto grande y arrebatado impulso, se abrazó a ella y le decía: Por amor de Dios, Madre mía, recíbame por hija, que yo lo quiero ser, y no quiero volver a mi casa, porque si vuelvo mis hermanos me lo han de impedir, que sé que no gustan que tome este estado. Nuestra Venerable Madre le dio muchas razones para que por lo menos lo dilatase algún día y se pudiese disponer lo necesario para darle el hábito en público y con todos los requisitos que lo toman las demás.
No fue posible convencerla ni detenerla, siendo sus lágrimas muchas. Y con energía, sin podérselo impedir, entró en la clausura. Las señoras que venían en su compañía también le aconsejaban lo mismo que nuestra Venerable Madre y nadie la pudo convencer. Y aquellas señoras se despidieron y se fueron a sus casas, quedando ella en el convento muy gustosa y contenta, y diciendo que, aunque la hicieran pedazos, no había de salir de clausura.
En sabiéndolo sus hermanos recibieron grande pesadumbre y vinieron al convento pero no pudieron con ninguna razone convencerla, porque Dios nuestro Señor la escogió muy de veras para Sí por medio de nuestra santa Madre, a quien Dios había dado un natural tan apacible y atractivo, y puesto un semblante tan de santa, que todos se le aficionaban y quisieran vivir en su compañía.
Y tomó el hábito el 31 de enero de 1643. Se llamó en la religión Sor María de la Purificación, por haber tomado el hábito la víspera de esta festividad, y no debió carecer de misterio por lo que nuestro Señor la purificó con enfermedades.

Prosiguió su año de noviciado, siempre muy gustosa y firme como una roca. Profesó al año, habiendo vivido muy ejemplarmente y cumpliendo con todas las obligaciones de buena novicia, muy religiosa y observante.
Fue siempre una monja ejemplar, asistió a sus obligaciones con mucha puntualidad; y llevó el rigor de la religión siendo admiración de todos los que la conocían, por lo regalona que se había criado en el mundo. Cinco años padeció de gravísimas enfermedades, pero siempre la vimos con grande paciencia en el  sufrimiento. Acabó su vida santamente el 4 de septiembre del año 1654.

Habiendo profesado María Téllez y cumplido con su dote y ajuares y lo demás que se acostumbra, un día habló Madre Evangelista confidencialmente con ella y le dijo que mirase si se le quedaba alguna alhaja en su casa que pudiese ser de provecho en el monasterio y a sus hermanos no les hiciese falta. A lo que respondió repetidas veces María Téllez que no recordaba nada que pudiese interesar. Entonces le preguntó –porque debía haber tenido revelación de nuestro Señor por lo que después se vio- que si le quedaba alguna imagen o cuadro. A lo que respondió que una tabla tenía de Cristo con la cruz a cuestas, mas tan vieja y deslucida que no se atrevía a traerla. Le dijo M. María evangelista que la pidiese a su familia y ésta trajo la santa imagen que verdaderamente estaba tan deslucida que parecía un borrón el Cristo, con la cruz a cuestas.
Púsose la efigie en el claustro y, cuando las religiosas la veían, algunas decían que cómo se había atrevido a traer esa imagen  estando tan deteriorada. Pocos días después, hizo Su Majestad un prodigio con el que se hizo venerar con muy fina devoción, y fue el motivo de que nos tuviésemos por dichosísimas de que se hubiese traído a nuestra casa una prenda de tanta estimación y de tanta devoción y consuelo, como lo fue después que sucedió  el milagro que hubo.
El milagro fue en la forma que sigue: el día 17 de enero[1], que es San Juan Crisóstomo, del año 1648, viernes, pasando la comunidad en procesión rezando los salmos penitenciales, como se hacía todos los viernes del año, todas las religiosas que iban en ella desde la primera hasta la última, sin avisarse una a la otra, iban reparando que el santo Cristo estaba muy demudado, todas allí en comunidad comenzaron a decírselo santa Madre. Mas ella que lo sabía mejor que no nosotras, asintió de que era verdad; mas como Dios le había dado tan gran prudencia, nos dijo que todas se fuésemos  a cumplir con nuestras  obediencias y que después  de terminar nuestros rezos, volveríamos en comunidad a reconocer lo que había. Lo cual se hizo así, estándose la santa efigie con el mismo semblante de congoja y sudor, y el ropaje, que es morado muy oscuro, como de color de ceniza, de todo lo cual nos certificamos muy bien.
Viendo la Madre Evangelista que era tan cierto que sudaba sangre y agua, me mandó a mí, Sor María Gertrudis del Santísimo Sacramento –que soy la que escribo esto y estuve presente a todo–, que fuese a cierto lugar donde la Madre me señaló que trajese un lienzo para limpiar la santa imagen. Lo cual hizo por su propia mano y supe después, por un confesor suyo, que le había dicho nuestro Señor: Tú María, habías de ser la que me aliviaras y limpiaras de este sudor y congoja.
Reconociose en la santa Madre un quebranto grande de corazón y unos dolores tan grandes en todo el cuerpo y cintura, particularmente, que nos dijo que parecía que se le hacía pedazos. Mandó a la comunidad que cantásemos el Miserere, que fue más llorado que cantado porque estábamos temblando. Y hablando después en comunidad del caso, todas dijeron que les parecía que estaban presentes al riguroso Juicio del Señor. Todas quedamos con la tribulación y espanto que se puede creer de semejante suceso.
No faltó ninguna de la comunidad al reconocimiento de este caso tan raro. Y solo una religiosa se había quedado aquel día en la cama por un grande resfriado que padecía. Contámosle después el caso y ella no dio crédito de ninguna manera, antes a todas quería disuadirnos de que fuese verdad, y que podía lo uno resultar de la humedad del tiempo y o ser ardid del demonio para perturbar la comunidad, con otras razones prudentes y humanas, porque ella tenía muy buena capacidad y de su natural tan incrédula, que hasta que veía con sus ojos y tocaba con sus manos no creía las cosas, lo cual estaba muy notado en la comunidad.
Y siendo así que la santa efigie, a los ojos de las demás, volvió a su ser. El domingo siguiente, y 19 de dicho mes[2] y año, se levantó la religiosa para ir a confesarse, y llegando a hacer reverencia al santo Cristo con su propia duda, se apareció a sus ojos tan demudado como todas las demás lo habíamos visto. Con que a voces comenzó a confesar que era verdad lo que la santa comunidad decía y que no le quedaba ya duda ninguna, sino grande devoción y fervor en su corazón. Con este suceso se pasó la efigie al coro y a la reja la tuvimos algunos días, donde acudieron todos los vecinos del pueblo a visitarla, y algunos enfermos se levantaron de las camas, quedando libres de sus enfermedades.
            Algunos de estos favores o milagros han quedado escritos y los iremos publicando en este Blog



[1] D. Pedro de Saravia, que después fue el primer biógrafo de M. María Evangelista
[2] Debe tratarse de un error. El manuscrito pone que fue el día 27, pero consultando el calendario perpetuo debe corresponder al viernes 17 de enero de 1648.
[3] Continúa el error antedicho y en el manuscrito dice día 29. Al igual que se dijo en la nota anterior, según el calendario perpetuo se trata del domingo 19 de enero.