26 diciembre 2013

TESTIMONIO DE D. PEDRO RODRÍGUEZ


D. Pedro Rodríguez, Director espiritual del Seminario
Menor de Toledo.
Con mucho gusto escribo estas letras a petición de las monjas del Monasterio Cisterciense de la Santa Cruz de Casarrubios del Monte. 

            Mi cercanía y afecto a las Hermanas en calidad de confesor suscita en mí un gran deseo de conocer a esta alma privilegiada que caminó con perfección por el sendero de la entrega radical a Jesucristo, me refiero a la M. María Evangelista, fundadora de este Monasterio en el siglo XVII. 

            La Iglesia desea ponernos el ejemplo de personas que se han tomado en serio su vida de santidad, por eso al elevarlas a los altares nos hace mirar hacia ellas para que con su ejemplo nos estimulen a avanzar con generosidad en el camino de la caridad, quitando todo obstáculo para llegar a esa meta definitiva que es Dios. 

            Son ahora los momentos de sacar más a la luz la vida y escritos de esta monja Cisterciense Madre María Evangelista para que acercándonos a ella conozcamos la obra que el Espíritu hizo en su alma y cómo colaboró con su libertad no queriendo obstaculizar a Dios en los designios que tenía sobre su vida. 

            El Santo Padre Benedicto XVI nos dice lo que una persona que vive su fe desea hacer para ir por el camino de la santidad: “Un santo no es aquél que realiza grandes proezas bastándose en la excelencia de sus cualidades humanas, sino el que consiente con humildad que Cristo penetre en su alma, actúe a través de su persona, sea Él el verdadero protagonista de todas sus acciones y deseos, quien inspire cada iniciativa y sostenga cada silencio”. 

            Bien se puede aplicar a la M. María Evangelista esta definición, pues no buscó en su vida sino dejar a Cristo que fuera el verdadero protagonista, fue forjada desde el principio en el taller de la humildad y buscó desde su profunda devoción, identificarse con Jesucristo crucificado. No pudo llevar ese nombre de la Cruz en su Toma de Hábito, pero todo este Monasterio fundado por ella vive a la sombra de a Santa Cruz. Y fue aquí donde la M. María Evangelista ante el lienzo del Cristo de la Sangre sintió la invitación del Señor a enjugar su rostro y a aliviar sus angustias. 

            Es así como desde su entrega a Cristo y a las Hermanas de comunidad irá trazando ese camino de perfección, por el camino real de la cruz que es sendero cierto para el cielo.

            Admira su gran docilidad a quienes fueron sus consejeros y guías espirituales en su vida. Esa docilidad es señal cierta de virtud, por eso desde la luz de los grandes maestros del espíritu en la victoria de la Orden del Císter, buscó en todo servir a Cristo y no ser sorda a la voz del Maestro, si ni diligente en hacer siempre y en todo la voluntad de Dios.

            Que la vida y ejemplo de la M. María Evangelista nos anime a ser fieles a nuestra vocación y a las exigencias de nuestra fe. 

            Que pronto podamos ver en los altares a esta alma escogida, que brilló por su fidelidad en el amor a Dios y a la Iglesia.
D. Pedro Rodríguez