15 enero 2015

Libro: Diario de oración. Julio Año 1627 -1-

“Libro de la Venerable
M.
 María Evangelista. Año 1627"
La M. María Evangelista, por obediencia a algunas de las abadesas que tubo a lo largo de su vida en Santa Ana de Valladolid, y a sus confesores, escribió en algunos momentos de su vida, a modo de un diario de lo que de Dios recibía en la oración. Por eso, los que después hicieron copias de sus escritos los titulaban y subtitulaban ateniéndose al tema que más se desarrollaba en la doctrina recibida por ella en ese momento.
El escrito que vamos a ir publicando aquí para que todos podáis enriqueceros con ellos, titula: “Libro de la Venerable[1] Madre María Evangelista. Año 1627", No desarrolla un tema especial a lo largo del libro, así como ocurre con otros. Sí como en todos, está presente el tema de la Cruz.

Domingo, 11 de julio

Estando ocupada mientras la oración de la tarde, pasando por los claustros, el Señor desde su corazón me decía que, aunque estuviese por la obediencia más ocupada, no faltaría Él en llevar adelante su obra comenzada.

Lunes, 12 de julio

En la oración de la mañana puso Su Majestad mi alma en cruz, más al vivo que hasta entonces, y con un tormento y quebranto muy particular y nuevo. Y decía que quería perfeccionar su obra en mi, y por el valor de su cruz, hacía bien a las almas del Purgatorio, ya que era día de almas. Aliviaba a muchas y sacaba algunas. De esta manera la tuvo en quebranto, como colgada en el aire, hasta la comunión de la Misa, en la cual Su Majestad mostró que el quebranto nuevo procedía de otro quebranto que a Él le había sido el mayor de todos, que era este: le mostró como una boca del Infierno y cómo en ella cabían gran multitud de almas, ciento y más, por una que iba al Purgatorio y se salvaba; al ver que tanta inmensidad de almas, por sus pecados no se aprovechaban de su sangre, que derramaba como otras veces, en su corazón, le fue el mayor tormento. Y así, le causó a ésta el mayor que hasta hasta entonces, y quedó con él mucho después. Hizo Su Majestad bien por su sangre a muchas almas del Purgatorio.
El domingo, con la cogulla de gracia, puso Su Majestad al corazón de su sierva en una paz muy superior, y tal que no llegaban a él nuevas inquietudes que contra ella andaban en casa, movidas del demonio por medio del natural de una religiosa inquieta .
Prometiole[2] el Señor que algunas veces la visitaría llegando al torno. Y le parece que llegó a dos o tres días Su Majestad en figura de un pobre, muy amoroso y apacible, que muy a deshora, cuando cerraban el torno, llegó a pedir limosna.

Martes, 13 de julio

En la oración de la mañana el Señor se descubrió más de lo ordinario y la bendijo, diciendo que la suya siempre era con aumentos de gracia, y que se los daba para que todos los pasos que diese aquel día fuesen con ella y agradables a sus ojos, pues los del mundo le eran tan abominables[3].

Sábado ,17 de julio

En la oración de la tarde el Señor mostraba la nave que otras veces y decía: María, Yo haré lo que tengo prometido. Yo guiaré a la que va en la nave y a quien la gobierna. Pero advertid que en esta nave principal de mi Iglesia han navegado personas muy ilustres. Con esto mostraba el Señor una gran multitud del coro de las santas vírgenes que seguían con suma pureza al Cordero, y decía: Mirad que os he dado lo mejor de mis tesoros, que es la doctrina más pura que Yo enseñé y ejercité, dando a entender que era menester trabajar como ellos lo hicieron. Díjome también el Señor que ya se habían abierto las primeras hojas de la flor de Santa Flora[4].

Domingo, 18 de julio

En la oración de la mañana el Señor se descubría a mi alma y decía: María, mi yugo es fácil y suave. Y con esto mostraba cómo Él iba en una parte del yugo y yo en la otra. Y decía que Él iba continuamente untando este yugo con el óleo de su gracia para que fuese más ligero. Mostrábase Su Majestad muy liberal por ser día de vírgenes (era fiesta de Santa Marina), y hacía bien al a la comunidad y a muchas almas.

Domingo, 18 de julio

En la oración de la tarde no pude estar en ella, ocupada en su obediencia, el Señor en mi corazón, más claro que lo ordinario y me dijo que aunque yo no podía descansar[5] tan quietamente como antes en la oración, Él cumplía su palabra de no faltar de obrar en mi alma.

Lunes, 19 de julio

En la oración de la mañana el Señor me ponía en el ejercicio y obra de cruz interior muy al vivo, y decía cómo no había cosa en que el alma más creciera, porque trae consigo el ejercicio de todas las virtudes, y es como un tesoro escondido y una mina de valor inestimable, que nunca se acaba de explicar su precio. Y parecía que con el peso de la cruz iba el Señor exprimiendo el jugo y fruto de ella, que era su sangre. Y por este valor alivió a muchas almas del Purgatorio y, en particular, sacó X, el cual me saludó mostrando agradecimiento de lo que se le había ayudado, y decía que por el valor de la cruz le había el Señor librado de gravísimas penas en que estaba.

Martes, 20 de julio

En la oración de la mañana el Señor se descubría y decía: María, los del mundo viven en un grande engaño y error, que mi doctrina y verdad la tienen por engañosa, porque habiendo Yo enseñado desprecio y humildad, ellos se despistan de esto y en todo lo que ponen su atención  es vanidad y soberbia. Y así, se van despeñando en muchos y grandes pecados, sin tener luz de la verdad que debían seguir. Y lo que más es de llorar: hasta en las religiones[6] ha entrado este mal, de modo que son rarísimos los que me siguen y tienen luz de mi doctrina y aman la verdad. Todos, casi, se van tras sus gustos, todos buscan honras y oficios[7] para ser estimados y tenidos, y se desatienden de seguir la virtud y humildad. Hasta en las recoletas[8] hay muchos humos de soberbia, como algunas que se desprecian de traer poca dote o que su dote, o parte, sea de prebendas[9]. No lo hagas tú así, sino en estas materias guarda silencio y humildad.
En la oración de la tarde estaba algo rendida del trabajo del oficio de la portería este día, y postrándose en el coro el Señor se descubría y decía: María, recuéstate en mi corazón y descansa en mí, que es en quien está el verdadero descanso. Y así lo hacía el Señor con mi alma.

Miércoles, 21 de julio

En la oración de la mañana estaba fatigada y falta de sueño, y yéndome a dormir algo, el Señor se descubrió y dijo: Revertere, revertere Sulamitis[10]. Vuélvete a mí para que te vea y me veas, que sin verme no puede haber corona. Entre los del mundo no hay a quien Yo pueda decir esta palabra, “revertere”, porque como se van tras sus gustos, honras e intereses, no son capaces de volverse a mí con todo el corazón, y así, sus coronas no lo son a mis ojos, sino desprecio y deshonra. Tú, para llevar y ganar corona, has de volverte a mí solo, sin que ocupes tu corazón en otra cosa. Y como que el Señor daba y ponía a mi alma en ello; Su Majestad llevaba tras sí todo el corazón y me tenía en sí recogida.
En la oración de la tarde no pude estar en ella por las continuas ocupaciones y, afligiéndome de esto por parecerme que las ocupaciones me apartaban de Dios, el Señor se descubrió, y consolándome (en mi corazón) decía: María, donde quiera que vayas miro todos tus pasos con gracia, que te la doy para que los des con ella y sean agradables a mis ojos. Y con esto iba llevando mi alma tras sí y sustentándola de sí mismo.

Jueves, 22 de julio

En la oración de la mañana, día de la Magdalena, el Señor decía: María, hoy es día de pedir por los que están en pecado mortal, y muy acomodado con el ejemplo de mi querida María Magdalena, que se dispuso tan bien para que Yo le perdonase todos sus pecados. Y te digo de verdad que este día, por lo que amo a la segunda María que eres tú, deseo perdonar a todos los pecadores, y de hecho los perdonara a culpas y penas si trajeran el aparejo que deben, a imitación de la primera María. Y pidiéndole yo por la comunidad, el Señor las bendijo, y fue como promesa y prevención del favor que después les hizo en la comunión de la Misa.
En la oración de la tarde el Señor decía: María, ¿quieres ir con Magdalena al sepulcro a ver si he resucitado? Cuando ella fue y llegó allí no me halló, pero halló dentro las señales de mi resurrección, que eran las señales de mi pasión y mis llagas en los lienzos de mis mortajas. Tú, ahora, entra en tu corazón, que es mi sepulcro, y verás cómo he dejado en él las señales de mi resurrección y pasión, que son mis llagas. En él las he dejado impresas, para que te sean señales ciertas de que he resucitado en el sepulcro de tu corazón, en el cual también he escrito mi doctrina porque tomo valor de mi resurrección, que si Yo no resucitara vana fuera mi doctrina. Y así, las obras que tienen valor son las obras resucitadas y, con el valor de mi pasión y vida de mi resurrección, tales quiero que sean las tuyas, hechas con vida.

Viernes, 23 de julio

El Señor, en la oración de la mañana, decía: María, grandísimo descuido y olvido hay en el mundo de mi pasión, y siendo así que este fue el mayor beneficio que de mí recibió, y en el cual está todo su remedio y su gloria, no tiene cosa más olvidada que esta. La consideración de este descuido me puso a mí de ordinario en cruz, y algunas veces di lugar de tanto sentimiento a mi naturaleza, que ofrecí al Padre sacrificio por remedio del mismo mundo, y olvido, y le fue muy acepto y agradable a sus ojos. Ahora quiero Yo que tú también se lo ofrezcas, poniéndote en cruz, el mismo descuido del mundo. Y como que el Señor ponía a mi alma en cruz con harto quebranto, y Su Majestad se ponía en ella para darle valor a este sacrificio. Se lo ofrecía al Padre eterno por reparo de este descuido del mundo y, de camino, el Señor hacía mucho bien a la comunidad, con aumentos de su gracia, aunque desigualmente, según la disposición de cada una. Y viéndome Su Majestad quebrantada y sin aliento, que lo estaba por lo que Él daba a padecer por el ánima de D. Laysa, dijo: Aliéntate, María, que tus hermanas Módica, Flora y Lucila, y Valeriano[11], no se descuidan de pedir continuamente por vosotros –como Yo se lo tengo mandado– para que vayáis adelante.
Mientras la oración de la tarde estuve ocupada. Con todo esto, el Señor se me mostraba dentro de mi corazón y lo atraía a sí con deseos vivos de agradarle.

Sábado, 24 de julio

En la oración de la mañana el Señor decía: María, anímate y pasa adelante con buen ánimo, que el que echa una vez la mano al arado y vuelve atrás no es para el Reino de Dios, donde solos entran los animosos y esforzados. Los tibios no lo hacen así, que como pierden el ánimo con que comenzaron no llegan a mí, que soy el Reino del Cielo; todo cuanto hacen es con frialdad.
En la oración de la tarde estuve hablando más de una hora con la Superiora, y aunque cosas buenas, pero que no eran necesarias en aquel tiempo, lo cual castigó nuestro Señor con un nuevo quebranto y con reprehensión del descuido, diciendo que si hubiese sido necesario, que Él supliera la falta del tiempo y diera el fruto de la oración a su alma, como si la hubiese tenido en mucho sosiego, pero que no sufría que el tiempo de la oración se emplease sino con Él o en forzosa ocupación de obediencia.

Domingo, 25 de julio

En la oración de la mañana daba al Señor grandes ansias de estarse con Él y entregarse toda a su voluntad. Y decía: María, ¿qué piensas que es beber más o menos de mi cáliz, sino gozar más o menos de mi doctrina y obrar en ella con el desengaño y verdad que Yo enseño? Y así, el que hubiese bebido más de esta doctrina, con obras verdaderas y puras, será mayor en mi reino. Con ésta justifico Yo las almas. Y tanto le puedo dar a beber, que sea agradable a mis ojos a maravilla y Yo haga por ella mucho bien a muchos. Así quiero que beba tu alma de mi doctrina y que llegues a justificarte, de modo que tenga tu alma asiento entre todas las personas de la Trinidad Santísima. Esto quise darte a entender en las tres hojas postreras que te trajo Santa Flora, que son símbolo de las tres divinas Personas. Y la letra significa que todas ellas serán todo para ti y tú para solo ellas. Y quiero que estés entre ellas como los granitos de la flor, que están cerrados dentro de ella, que así quiero que sea tu alma conmigo y con el Padre y Espíritu Santo.
En la oración de la tarde el Señor se descubría a mi alma y ponía en el ejercicio y obra interior de cruz, que es solo donde crece el alma.

Lunes, 26 de julio

Día de Santa Ana. En la oración de la mañana el Señor decía: María, son tantas las gracias que tengo puestas en la cruz que son más que migajas de ella, con ser tan innumerables, como multiplicadas milagrosamente hay repartidas en todo el mundo. Y luego ponía el mismo Señor a mi alma en ella y en la obra interior de cruz muy al vivo; y haciendo trabajar el alma en ella dándole de su fruto, que es el de su gracia, con muchos aumentos de ella. Y decía: María, hoy es día de ánimas y de hacer bien a las del Purgatorio. Y diciendo esto las aliviaba a todas con mayor liberalidad y en mayor grado que otras veces.
En la oración de la tarde el Señor se le mostraba y daba muchas ansias de unirse con Él. Estuve muy ocupada en la portería.

Martes, 27 de julio

En la oración de la mañana el Señor se quejaba del mundo, que lo desconocía a Él y a su doctrina, y decía: María, no hay quien me conozca y obre en mi doctrina y en la verdad que enseñé y enseño. Todos están entretenidos en sus gustos e intereses, y a éstos tienen por su dios y no reconocen otro; cosa digna de ser llorada y sentida de todos mis amigos. Y diciendo esto, el Señor prometía que había de llevar adelante la obra que había comenzado en mi alma, con el poder de su brazo poderoso.
En la oración de la tarde el Señor se mostraba a mi alma mucho más manifiestamente que los días pasados y me decía grandes excelencias de la cruz. Y decía: María, amé siempre tanto a la Santa Cruz, que no sólo –como otras veces te he enseñado– la traje siempre en mi corazón y anduve siempre, desde que tomé carne humana, puesto en ella, para ofrecer al Padre eterno sacrificio continuo por los pecados de los hombres, para aplacar la justa ira que tenía del desagradecimiento y olvido de mi pasión; pero aún tuve tanta estima de la cruz y de su obra, que aun en lo exterior anduve siempre como crucificado. Y aquí sabrás por qué gusté de andar descalzo (este secreto –parece que daba a entender el Señor– no lo había descubierto a otra persona del mundo): fue por una como estima que tuve siempre de la cruz, en la cual traje siempre los pies como enclavados, y con esta consideración y obra continua quise traerlos desnudos, como previniendo lo que después habían de pasar en el madero de la cruz.

Miércoles, 28 de julio

En la oración de la mañana el Señor reprehendía unas faltas que tenía que eran unos pensamientos que me distraían algo de Su Majestad. Y decía que cualquier falta estorbaba su trato y comunicación, porque Él no podía ser visto ni conocido sino de las almas puras. Y particularmente la obra de cruz interior, en que Su Majestad había puesto a mi alma, pedía más pureza, porque la cruz era la que no sufría falta ninguna. Y con esto parece que el Señor iba perdonando y quitando las faltas que tenía, y comunicándose más a mi alma.
En la oración de la tarde dio el Señor luz de la causa por [la] que aquel día me había tenido muy apretada y quebrantada, con mucha copia de lágrimas, tantas, que sin poderlas detener caían de los ojos en el coro y refectorio. Y decía que un religioso, por cuya alma yo padecía, había tenido un corazón muy perezoso y no había llorado sus pecados. Y pues ellos no se perdonan sin contrición y lágrimas, era necesario que yo los llorase; y por esto me había dado aquellas lágrimas.

Jueves, 29 de julio

Día de Santa Flora. En la oración de la mañana estaba muy oprimida y lo había estado desde el día pasado. Y el Señor se mostraba a mi alma y como que ponía su mano sobre mi corazón. Hizo como que lo lavaba o frotaba por dos veces y decía que era necesario purificar el corazón de las faltas que tenía; y así mostraba Él mismo que lo hacía con su gracia. Y con esto apartó del todo el quebranto y pena que tenía desde el día pasado, que era mucha, y desahogó el corazón, y llevó todo a sí, que es el centro de él.
Este día, en la comunión de la Orden, el Señor se comunicaba a mi alma y decía: María, ¿cómo ha de crecer la flor y cómo se ha de abrir si no le da el calor del sol? Si el corazón no se guarda puro y limpio, con mucho cuidado, no podré Yo insuflar el calor necesario en él y, sin calor, no crecerá ni se abrirá. Con esto daba el Señor a entender que las segundas hojas de la flor en que ahora estaba, de la continua mortificación, eran las que más habían de durar en abrirse, y que las últimas del amor recíproco las abría Él en las comuniones. Y lo mostraba, que entonces lo hacía, y ponía en ello a mi alma de modo que yo no podía ignorar que era Su Majestad quien lo obraba. Luego comenzó el Señor a repartir sus misericordias en la Comunidad, y por todo el mundo parece que caían a manera de una lluvia menuda, como maná.
El mismo día en la comunión de la Misa, que fue solemne de Santa Flora y su hermana, Santa Lucila, y San Valeriano, con una conmemoración de Santa Módica, me trajo el Señor los cuatro santos. Venía Santa Módica en medio de las dos hermanas –Flora a mano derecha, Lucila a la izquierda– y, junto a ellas, Valeriano, y todos me saludaron amorosamente y me hablaron. Módica dijo que fuese muy adelante [en] la obra de la cruz que el Señor había comenzado en mi alma y que no desfalleciese, y para ello guardase con cuidado la pureza del corazón, sin la cual no podía crecer la obra de cruz; que ella así se lo rogaba y rogaría al Señor continuamente por nosotros. Flora dijo que pedía al Señor creciese mucho la flor y se abriese con toda perfección para mucha gloria de su divina Majestad. Lucila dijo que le rogaba que el bordado de la cogulla[12] de cruces fuese adelante y que no pusiese yo los ojos sino en la cruz, pues no había otra cosa que así agradase al Señor. Valeriano dijo que él pedía al Señor honrase a los que los honraban y celebraban su fiesta. Y con esto se despidieron los cuatro santos y volaron al Cielo.
Este día me mostró el Señor al demonio Elación, que anda furiosísimo inquietando a las monjas de casa y había hecho efecto en algunas. Yo le dije al Señor que cómo andaba tan rabioso, y me dijo: María, ¿de qué te sorprendes, que es la misma soberbia? Este demonio había tentado mucho tiempo a la prelada pasada contra mí, y ahora, en particular, tentaba a una monja con mucha impiedad.
En la oración de la tarde no pude estar por ocupaciones, pero después me postré en el coro y me quejaba al Señor de ellas (las ocupaciones), temerosa de que me apartasen de la comunicación con Su Majestad y de que por mis faltas, Su Majestad así lo ordenase. Y el Señor me decía: María, a la manera que está un río cuando le detienen su corriente y un padre que con ansias desea aumentar un hijo que mucho quiere, pero algún impedimento no lo deja  obrar como quisiera, así estoy Yo cuando las ocupaciones te impiden de llegar a mí con la quietud que es menester para recibir de lleno mi espíritu. Y mostrábame el Señor cómo era así y las ansias que Su Majestad de esto tenía; me las da a mi grandes de darme toda a Su Majestad y de comunicar de sus tesoros.

Viernes, 30 de julio

En la oración de la mañana, viéndome cansada de ocupaciones y con gana de no pasar adelante en la escritura, el Señor me decía: Al fin, María, si te quito el maná no puedes pasar y si te lo doy te cansa. Allá en el desierto, cuando a los hijos de Israel sustentaba con maná del cielo, se cansaron de él y les daba en rostro, y apetecían las cebollas de Egipto. No seas tú así. El maná que te doy es mi doctrina, no te canses de escribirla. Escríbela, que hay mucha necesidad de ella en el mundo y no tienen cosa más olvidada que ésta, siendo la más necesaria, y sola la necesaria. No veo por qué que lo dejes de escribir: escríbela que es mucho menester en el mundo. Era día de sacrificio y dijo Su Majestad, que en la Misa se haría.
En la comunión de la Misa, que fue por una difunta que la tarde antes habían enterrado en casa, el Señor hacía lo que siempre y derramaba su sangre. Y decía: María, ya te dije que hoy es día de sacrificio y que se había de hacer ahora. Puso luego el Señor en él, con mucho sufrimiento mío, y lo ofrecía al Padre por una religiosa que estaba muy inquieta, por quien yo le había pedido. Y decía: Padre eterno, recibid este sacrificio por aquella oveja, que si hay una descarriada que anda fuera de vuestros pastos y doctrina, otra hay que está en cruz y sigue mis pisadas. Esta os ofrezco por aquella, para que no miréis sus faltas, sino antes la perdonéis y subyuguéis.
En la oración de la tarde estuve ocupada, y volviendo después un rato al coro, estando recogida, me dieron grandes ansias de no faltar a los tiempos de la oración. Y descubriéndose nuestro Señor como en figura humana, aunque solo el alma lo vio, me eché a sus pies con ansias, dándole quejas de que permitía tantas ocupaciones y que daba lugar al demonio para que me ocupase algunas veces sin necesidad precisa. El Señor me apartó de sí, como a la Magdalena, y dijo: No me toques, que estoy resucitado. Yo le repliqué: Pues Señor, ahora no os toco exteriormente como la Magdalena, sino en espíritu. Así es, verdad –dijo el Señor–, pero llegas con imperfección, y estas quejas no traen la pureza de resignación y paz interior que Yo quiero, y esto solo basta a apartarte de mí.

Sábado, 31 de julio

En la oración de la mañana me cargó algo de sueño, aunque no mucho, y el Señor dijo: María, despierta. Y con esto quitó de mí toda la gana de dormir. Y prosiguió diciendo: Los tibios, María, siempre están dormidos, nunca acaban de despertar y echar de ver lo que les importa aprovechar y trabajar en mi doctrina. Todo es olvido de mí y de ella, andan lejos de la verdad, no despiertan a mis inspiraciones.
En la comunión de la Misa el Señor hizo lo que siempre y derramó su sangre aumentando su gracia en mi alma. Y en acabando de comulgar me borró de la memoria la comunión. Yo me afligí mucho y me ocurrieron los pensamientos ordinarios de falta de satisfacción de lo que por mí pasaba. Se mostró el Señor entonces en mi corazón en figura de niño y esto me causó más novedad. Y volviéndome a Él le dije: Señor, ¿qué es esto? ¿Qué novedades son estas? Su Majestad respondió: ¿Qué quieres? Que en el mundo estoy niño, nunca acaban de buscarme en edad perfecta. Todas son niñerías las obras que hacen, aun los que profesan estado de perfección, porque cuando piensan que me tienen es buscando sus comodidades e intereses, y en faltándoles éstos no hacen nada. Y añadió: Permití la distracción y pena que has tomado porque los pecados no se perdonan sin alguna satisfacción, que es siempre penal, y por esto todas las obras que Yo hice en el mundo fueron penales, porque con ellas satisfacía al Padre por vuestras culpas. Y a esta pena que tuviste he aplicado Yo el valor de las mías y le he dado que tenga el efecto que verás. Con esto enseñaba el Señor que aplicaba el fruto de su sangre, derramada en mi alma, a las almas del Purgatorio, y salían de él como una legión de almas llenas de gozo y alegría, caminando al Cielo y cantando alabanzas a la sangre del Señor, por cuyo valor eran libres. Y con ellas iban sus ángeles, que las acompañaban, gozosísimos del fruto de la cruz que llevaban a presentar al Señor en su gloria.
En la oración de la tarde yo estaba algo oprimida con lo que en casa había de dichos y ocasiones contra mí y contra cosas mías, y pedía al Señor las sosegase. El Señor me decía: María, ¿no has oído decir que un hombre tenía convidados y que fue a casa de su vecino a pedir panes que darles, y que aunque no se los quería dar, finalmente, por su mucha importunación, se los dio? Yo tengo a quien dar el pan del fruto que saco de estas ocasiones que, con el valor que les doy de mis obras y pasión, hago bien y sustento a muchas personas de mi familia. Pero si tú eres importuna, vendré a concederte lo que pides y dejaré sin pan a los que se habían de sustentar con él. Con esto daba el Señor conformidad con su voluntad, y deseos de padecer por Él todo lo que Su Majestad quisiere, y desengaño de no pedirle más que el cumplimiento de su santísima voluntad.



[1] Venerable, en aquella época se denominaba a todos los que tenían fama de santidad.
[2] A veces habla como si de otra persona se tratara no se si misma, en realidad se refiere a su alma.
[3] Nota del padre Vibar tachando este párrafo: “Está en la hoja siguiente”.
[4] Santa flora martir
[5] Descansar, holgar.
[6] Monasterios, congregciones.
[7] Cargos
[8] La propia comunidad.
[9] Rentas anejas a un canonicato u otro oficio eclesiástico.
[10] Revertere, revertere Sulamitis; revertere, revertere ut intueamur te. (Biblia Sacra Vulgata, Cantar de los Cantares 6, 12): “Vuélvete, vuélvete Sulamita; vuélvete, vuélvete y te miraremos” (Cnt 7,1).
[11] Santos mártires
[12] Hábito que se utiliza sólo cuando se reza el Oficio Divino en el coro.